lunes, 7 de mayo de 2012

La oxitocina y las emociones

Estas situaciones de la fobia social antes dicha en otra entrada y otra serie de sucesos hacen que la persona que padece este trstorno se sienta insegura, acechada e incómoda, con sensaciones intensas y desagradables acerca de lo que pueden estar hablando de ella, por ejemplo.

La ansiedad social se suele desarrollar en la juventud, después de la adolescencia y su aparición es mucho más común de lo que se piensa popularmente. De ahí la inportancia del descubrimiento de estos científicos.
Por otro lado, tal y como explican los investigadores en la revista especializada "The Journal of Neuroscience", se sabe que la oxitocina promueve el comportamiento pro-social. Este neuropéptido ( o cadena de dos o más aminoácidos o monómeros de proteínas) es segregado por nuestro organismo en situaciones como el parto o la lactancia, y produce un efecto analgésico o de calma.

Estudios llevados a cabo con animales han demostrado asimismo que la oxitocina promueve la interacción social, por ejemplo, durante la época del cortejo. En los humanos, se conocía que esta hormona tiene una influencia directa en la amígdala, que es una región del cerebro clave en las interacciones sociales y en la identificación de amenazas emocionales inmediatas. Como parte del sistema límbico, la amígdala se encarga del procesamiento y del almacenamiento de reacciones emocionales.
Algunos cortejos de animales:
Para probar si la oxitocina influía en las evaluaciones afectivas, los científicos mostraron a una serie de participantes imágenes de cuatro rostros distintos. Al mostrar dos de estas imágenes, provocaros además en los voluntarios un pequeño shock eléctrico inofensivo pero incómodo.

Los investigadores utilizaron por tanto un procedimiento de condicionamiento estándar para inducir evaluaciones afectivas diferenciales negativas ante dos de los cuatro rostros mostrados.

Como era de esperar, los científicos descubrieron que las caras asociadas al shock eléctrico fueron consideradas por los participantes más desagradables que las otras dos. En una segunda fase de la prueba, a la mitad de los voluntarios se les administró oxitocina con un spray, mientras que a la otra mitad se les administró un placebo.

Posteriormente, los investigadores pudieron comprobar que a los individuos del grupo a los que se les había administrado la oxitocina los rostros que antes les parecían desagradables ( los vinculados con el shock eléctrico) ya no les parecieron desagradables, mientras que el resto de los participantes ( los que habían recibido placebo) siguieron pensando lo mismo de dichas caras.

Según explicó Predrag Petrovic, del Departamiento de Neurociencia Clínica del Instituto Karolinska, "cuando mostramos de nuevo al grupo que había recibido la oxitocina, las dos caras que antes habían asociado con el shock e´léctrico, no las encontraron desagradables, al contrario que los participantes que había recibido el placebo, que siguieron viéndolas desagradables".
(aqui tenemos un enlace que nos llevara a la Karolinska Institutet)

El escáner de fMRI (que mide la respuesta hemodinámica relacionada con la actividad neuronal del cerebro) reveló asimismo que la ansiedad inducida por los shocks para dos de las caras mostradas produjo una mayor actividad en dos áreas cerebrales: la amígdala antes mencionada, y el área fusiforme del rostro ( o FFA), que es la parte del cerebro que procesa la información visual de rostros desagradables o amenazantes.

Estos niveles de actividad neuronal disminuyeron en los individuos que habían recibido el spray de oxitocina, mientras se mantenían en los que habían recibido el placebo, señalaron los científicos.

Según Petrovic, esta constatación sugiere que la oxitocina puede reducir la ansiedad e incrementar las oportunidades de contacto social para aquellas personas con ciertos tipos de desórdenes psiquiátricos. Los datos, escriben los investigadores, sugieren en definitiva que la oxitocina modula la expresión de condicionamientos valorativos para rostros socialmente relevantes, influyendo en la amígdala y en la FFA.

La medición de este efecto pro-social a nivel cerebral explicaría la inportancia de esta hormona en nuestras relaciones y abriría nuevas puertas a tratamientos alternativos para ciertos trastornos.

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